martes, 31 de enero de 2012

Abrí la puerta de casa, impaciente e ilusionado esperando a que ella estuviera sentada en el sofá, esperándome para comer…pero no era así. Todavía no llego a asimilar que no esté, que se ha ido para siempre y no puedo hacer que vuelva. Se borró la sonrisa de mi rostro y se cambió por una lágrima que se desliza por la mejilla, bordeándome la boca, llegando a la barbilla para luego caer sobre el sofá donde ella se sentaba. Sin ella la casa está vacía, ella la llenaba de alegría, hacía que corriera ansioso del colegio para llegar lo antes posible a casa y ver su sonrisa al abrir la puerta…pero ahora, ahora ya no me queda nada. La ausencia de ese ser querido me está matando, ese ser querido al que todo el mundo llama…mamá.

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